A Bob Esponja le pasa. Todos los días haciendo hamburguesas y de repente aparece una que le hace "tilín". Y ya está, se enamora. La salva de ser devorada y se la lleva a casa. La lleva al parque de atracciones, a la discoteca, de cena romántica...
En asuntos de amor, ¿vale todo? ¿Si te enamoras, te enamoras y a vivir, que son dos días? ¿Es el fetichismo una perversión? ¿Juzgar las prácticas amatorias implica caer en una falacia naturalista?
Recordemos el caso retratado por Woody Allen en Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y no se atrevió a preguntar, en el que el personaje interpretado por Gene Wilder se enamora perdidamente de una hermosa oveja (porque era hermosa, hay que reconocerlo). Al final hay un juez que le acusa de cometer adulterio con el agravante de que la oveja era menor de 18 años. Y vean ustedes, si no la han visto aún, la película Lars y una chica de verdad, en la que el protagonista se echa una novia de plástico ante unos parientes que no dan crédito, pero que acaban, como todos en el pueblo en el que viven, involucrándose y aceptando la relación.
Ay, qué complicadas son las relaciones humanas...